jueves, agosto 6

Pubis

Chère Alexandrée:

Una mujer me cantaba, entonces, se llenaba el espacio de toda la redención que pretenden los humanos para salvar su existencia. Se ceñía del milagro para tomarme entera, y se derramaba sobre mí como agua clara. Su voz era augurio de buenos tiempos, armonía intacta cuando formaba los lazos que me llevaban a sus ojos.
Mi cuerpo, caliente, embebe hoy la tarde memoriosa. Se abre de piernas intentando llegar al goce perdido. La carne es suave al tacto, tan parecida a su piel que tiemblo y suspiro sin negarme a su recuerdo.
Tiemblo y suspiro, sin negarme al recuerdo de su voz.

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