lunes, agosto 10

Habitó la casa el verano de la vida



En algún verano de la vida,
quisiera tener una casa
que lleve a un balcón
cara al sol.
Buscar tus ojos media tarde
sobre una calle perdida.

Y cuando el tiempo inhiba
sus huellas, empezar a amarnos
encima de un trono que comenzaría
a pasos de tu fe y mi valentía.

En la casa que habitara el verano
de la vida, crecería un jardín
a la par de nuestros hijos del deseo,
y de las criaturas de los amores
de aquellos que adoramos.

La tarde moriría entre sombras
plagadas de orquestas,
con tu mano abierta descansada
en tu seno desnudo luego de mi beso.
Me reiría como una cría del viejo paraíso
al verme sembrar los suelos con libertad.

Sin ser anunciadas, se abrirían
todas las ventanas desde donde
se puedan escuchar a los locos
tener la razón del mundo entero.

En ese verano, cuando la vida habite
el recuerdo mío, las paredes
vestirán de Pascua y Carnaval,
porque así ha de ser toda nuestra
historia escrita.

Y si llegara a nombrarse el solsticio,
insistiendo en esta fantasía manchada
de sangre; si los años tan naturales
florecen sin tregua, caminaré sobre
la calle perdida
bajo el balcón escondido,
sin más remedio.
Allí sé que alguna vez te encontré.

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